La obra la Regla de san Benito, fue escrita por Benito de Nursia a principios del siglo XI, con la intención de organizar la vida de los monjes y orientar su espiritualidad. Esta colección de reglas fue adoptada por la mayoría de monasterios durante la Edad Media.
La Regla de San Benito también hace una descripción de las virtudes monásticas. Entre las que destacan la obediencia, la humildad y el espíritu de silencio. San Benito concede un puesto destacado al Abad ya que representa a Cristo en el monasterio y debe obrar con sabiduría y de manera ejemplar. Pero la Regla no es un fin en sí mismo, sino que la intención de la misma es dirigir al monje, hacia los horizontes de la virtud y de esta manera alcanzar el cielo.
Autor de la Regla de san Benito:
San Benito es el patriarca de los monjes y fundador de la orden de los benedictinos. Se crió en el seno de una familia patricia donde se dedicó al estudio de la retórica, filosofía y derecho en Roma. A la edad de 20 años se fue al desierto de Subiaco, y adquirió el hábito de monje. Al cabo de poco tiempo fundó varios monasterios. A causa de su fama como “santo” se ganó la enemistad de varios monasterios vecinos por lo que se trasladó a Montecassino. En ese lugar es donde escribió la Regla de San Benito como “santo” se ganó la enemistad de varios monasterios vecinos por lo que se trasladó a Montecassino. En ese lugar es donde escribió la Regla de San Benito.

Análisis:
La aportación de la Regla de San Benito al monacato occidental consistió en que marcó que el monje tuviera la necesidad de libros por primera vez. Fueron necesarios para ofrecer los oficios, comentarios de la biblia y para fomentar el estudio de los escritos de los Padres.
El tipo de lecturas que realizaban eran sobre todo religiosas pero con el objetivo de conocer mejor la lengua latina leían y copiaban también autores clásicos. Asimismo, el objetivo era también descifrar la palabra de Dios en cualquier libro. De manera que se pensaba que cualquier obra escrita era una metáfora de Dios.
Esto provocó que los monjes tuvieran que asegurarse de un suministro fijo de libros y por ello se crearon los scriptoria. Se trataba de talleres de escritura y lectura al lado de los monasterios.
En conclusión, la Regla de San Benito contribuyó notablemente al desarrollo de la cultura escrita y la conservación de obras clásicas de incalculable valor en las bibliotecas de los monasterios.